“Yo sé de chicharrones”: el video que reaviva la campaña de Barnechea
- owenvalencia20
- 11 sept
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Alfredo Barnechea volvió a asumir el centro de la conversación pública alrededor del chicharrón. En un video en el que se cita una frase marcada por su intencionalidad de voto, Barnechea afirma: “Yo sé de chicharrones”, una declaración que, lejos de ser una anécdota gastronómica, ha reaccionado como un símbolo de cercanía con el electorado y, al mismo tiempo, como un recordatorio de la teatralidad de las campañas en la era digital.
La grabación, que circula en redes dentro del contexto del “Mundial de Desayunos” promovido por el streamer Ibai Llanos, sitúa a Perú compitiendo contra Venezuela. En ese marco, el precandidato ha buscado asociar su figura con un elemento cotidiano y popular: el chicharrón. Sin embargo, dicha frase no es el único registro audiovisual que ha generado atención en su equipo de campaña. Existen otros videos en los que Barnechea aparece con chicharrones en diferentes escenarios, construyendo una narrativa que equilibra lo social y lo político.
El episodio llamado “El chicharrón perdido” remite a una memoria de campaña anterior. Meses atrás, Barnechea viajó hasta Cañete para reencontrarse con una mujer a la que, en 2016, le había rechazado una porción de chicharrones. En aquel encuentro, la noticia fue más que una simple escena familiar: se consumaron un abrazo, una mesa compartida, y una reconciliación que quedó grabada para la posteridad mediática. La cocinera, su hijo y la madre de la cocinera formaron parte de la sesión fotográfica y del video que relató aquella historia de acercamiento político y personal.
Para la asesoría de imagen del precandidato, la reunión de Cañete fue percibida como un ejemplo de “entente” o entendimiento estratégico: una demostración de capacidad para dejar de lado diferencias para un objetivo común. Los socios de Barnechea en su equipo de comunicación interpretaron ese momento como un potencial activo político de alto valor, casi comparable a alianzas entre figuras de renombre. En su momento, el video —que quedó grabado— estuvo a punto de salir a la luz a través de un canal televisivo conocido, pero los asesores optaron por no publicarlo.
En la coyuntura actual, cuando Perú ha llegado a la final de un torneo inédito de desayunos, surgen nuevamente señales de que los asesores de Barnechea no han abandonado la idea de que la narrativa del chicharrón puede ser útil para conectar con votantes que buscan cercanía y cotidianeidad en sus candidatos. En el “kitchen cabinet” del precandidato, el consultor político Dimas Concha ha emergido como figura influyente, y se dice que fue quien impulsó una reevaluación estratégica sobre la publicación del video de la reconciliación por motivos de imagen, priorizando “amor al chicharrón” por encima de cualquier gesto propagandístico.
La llegada de una coyuntura deportiva que involucra a la selección nacional ha intensificado el debate. Amigos y simpatizantes de Barnechea han sugerido que el precandidato debe salir a hablar del tema, no solo como anécdota, sino como una oportunidad para reforzar su vínculo con la cultura popular y las tradiciones culinarias que conectan con la gente de a pie. En estos días, varios precandidatos ya han aprovechado temáticas cercanas a la vida cotidiana para ganar visibilidad, y Barnechea no quiere quedar rezagado.

Hasta el cierre de esta nota, Barnechea ha decidido asumir el discurso con cierta mesura. Su equipo insiste en que su narrativa mantiene coherencia con una visión de país que valora la tradición, la cocina regional y la convivencia como cimiento de una propuesta política. Lo que parece claro es que, más allá de la utilidad táctica de una anécdota culinaria, el episodio del “chicharrón perdido” ha contribuido a dibujar una figura pública que se mueve entre la memoria afectiva de su electorado y la exigencia contemporánea de contenidos adaptados al nuevo ecosistema digital.




