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Tren Lima - Chosica: ¿Un avance o solo un gesto político?

  • owenvalencia20
  • 16 jul
  • 2 Min. de lectura
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La reciente llegada de una decena de vagones de tren donados por los Estados Unidos a la Municipalidad Metropolitana de Lima, bajo la promoción del alcalde Rafael López Aliaga, ha sido presentada como un avance significativo hacia una Lima más moderna y conectada. Estos trenes podrían representar un alivio para el caótico y saturado sistema de transporte limeño, ofreciendo una alternativa rápida y de gran capacidad para los ciudadanos que enfrentan diariamente la congestión vehicular. Sin embargo, este gesto simbólico ha sacado a la luz una serie de problemas estructurales y de gestión que evidencian una falta de planificación y coordinación interinstitucional en el desarrollo del transporte público.


Uno de los principales obstáculos es la falta de coordinación con entidades rectoras del transporte. La adquisición y traslado de los trenes se realizó sin una articulación previa con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) ni con la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), lo que ha generado un clima de confrontación en lugar de colaboración. Esta falta de comunicación no solo retrasa decisiones cruciales, sino que también dificulta una visión integral del transporte urbano, que requiere consensos técnicos, legales y financieros para su viabilidad.


Además, la infraestructura ferroviaria existente en Lima no es adecuada para operar trenes ligeros. Actualmente, la vía entre Lima y Chosica está diseñada únicamente para el transporte de carga, careciendo de un trazado definido, estaciones habilitadas y vías exclusivas para la circulación de pasajeros. “La vía entre Lima y Chosica actualmente solo tiene un solo eje para el transporte de mercancías, no está diseñada para el uso seguro de pasajeros”, señala Daniel Maguiña, experto en transporte ferroviario. Esto plantea interrogantes sobre la seguridad y la operatividad de los nuevos vagones.


La gestión de López Aliaga no ha presentado hasta la fecha un plan técnico detallado que integre estos vagones a la red de transporte existente. Sin estudios de factibilidad ni de impacto ambiental, el proyecto parece más una jugada política que una solución planificada. “Quieren poner operativo el servicio en un año y ocho meses, eso es imposible”, advierte Maguiña, quien enfatiza la necesidad de pasos a desnivel y otras mejoras estructurales para garantizar un funcionamiento adecuado.


A pesar de que la donación no tuvo costo inicial, se estima que la implementación operativa podría oscilar entre US$ 300 y 500 millones. Sin un plan financiero claro que cubra obras civiles, mantenimiento y subsidios operativos, los trenes podrían quedar varados, generando gastos sin retorno. La falta de claridad sobre el presupuesto y la procedencia de los fondos es otro aspecto crítico que debe abordarse.

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Finalmente, la aceptación social y la viabilidad urbana son esenciales para el éxito del proyecto. El tren debe integrarse al entorno urbano de manera segura, evitando cruces peligrosos y conflictos con el tráfico vehicular. Un plan de educación ciudadana y seguridad ferroviaria es fundamental, dado que muchos ciudadanos no están familiarizados con el uso de trenes urbanos. La implementación de este sistema ferroviario no solo requiere de inversiones significativas, sino también de una estrategia integral que contemple todos estos aspectos.

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