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Elecciones 2026: las “cartas” de los partidos para pasar la valla

  • owenvalencia20
  • 24 nov
  • 3 Min. de lectura
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En medio de las dudas sobre la formación de nuevas élites políticas para las Elecciones Generales 2026, la escena electoral parece apostar por un fenómeno ambiguo: figuras mediáticas con poca experiencia legislativa, pero con amplia exposición en pantallas y redes sociales. “El primer acto de corrupción es aceptar un cargo para el cual no estás preparado”, dice un refrán muy conocido, pronunciado aquí como una advertencia que parece no resonar con todos los precandidatos presentados por los partidos.


Las señales indican que las agrupaciones han dejado de lado esa regla tácita para priorizar nombres de perfil polémico o de alto impacto público. El análisis de Alejandro Rospigliosi señala que la motivación central detrás de estas designaciones es clara: “La desesperación por pasar la valla electoral y no perder su inscripción”. En otras palabras, la necesidad de asegurar la representación de una marca política en un umbral mínimo de votos ha empujado a las cartas de los partidos hacia figuras que, si bien no traen experiencia gubernamental, sí traen visibilidad en medios.


La dinámica descrita se acompaña de un abanico de ejemplos que muestran la amplitud de perfiles que hoy circulan en las listas. Entre los nombres que generan conversación destacan personajes consagrados en televisión y en plataformas digitales, algunos con trayectorias no vinculadas a la gestión pública pero con alto capital mediático. El tema ha generado debate sobre la conveniencia de incorporar figuras ajenas al ámbito político tradicional para “revitalizar” la oferta electoral, con argumentos a favor y en contra que contradicen la nostalgia de una clase política tradicional.


El caso de la exautoridad edil que fundó un partido y encontró como outsider a una figura del humor es especialmente ilustrativo: el comentario público de que “la falta de experiencia política es su mayor fortaleza” abre una discusión sobre las expectativas de los votantes y la responsabilidad de la representación. En este marco, se mencionan ejemplos de figuras que han cruzado o cruzarán la frontera entre entretenimiento y función pública, como Zully Pinchi, cuyo historial literario y sus vínculos con el escándalo político reciente han generado atención de los medios y de la opinión pública.

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Otro frente relevante lo constituye la presencia de personalidades del mundo de la moda y las redes sociales. Karen Paniagua, conocida por su actividad en plataformas como OnlyFans, ha generado un debate sobre el fenómeno de la “influencia” que cruza a la política, al punto de confirmar su candidatura a diputado con un perfil que ya se ha mostrado activo en campañas y en apariciones públicas. A ello se suman nombres vinculados al mundo del espectáculo: Sofía Franco, Flor Polo y otros, que buscan estándares diferentes de legitimidad para acceder al Congreso.


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La mezcla de deportistas, artistas y comunicadores sociales no es fortuita. Miguel Ángel Mostto, exfutbolista de renombre, figura como candidato para la Cámara de Diputados, mientras figuras de la farándola y del periodismo deportivo, como Walo (Luis Pleitikosic Guzmán) y Óscar del Portal, buscan consolidar su presencia en el terreno legislativo. En todos estos casos, la pregunta central es si la popularidad mediática puede convertirse en una base suficiente para una labor legislativa eficaz, o si, por el contrario, el alejamiento de la experiencia profesional en política podría convertirse en un obstáculo para la gobernabilidad.


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El marco analítico también resiste la tentación de hacer conclusiones apresuradas. El experto advierte que la historia reciente enseña que la presencia de figuras del espectáculo no garantiza una acción pública responsable ni una adecuada supervisión de las políticas. “Traer a exfutbolistas o a personal de alto perfil podría ser una técnica para manipular la agenda desde el escaño, o podría significar una oportunidad para renovar la conversación política”, señala el analista, quien insiste en la necesidad de criterios claros para la selección y evaluación de estos candidatos.


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En paralelo, el contexto social de una población con altos niveles de consumo de redes sociales y con desafíos educativos abre un terreno de debate sobre qué tipo de liderazgo necesita el país. El llamado a elegir candidatos “con experiencia” y con capacidad para legislar y fiscalizar persiste como norma de referencia para muchos analistas y votantes, incluso ante la evidencia de que la popularidad puede abrir paso a nuevas dinámicas. Será crucial observar cómo estas candidaturas se traducen en propuestas concretas y en la capacidad de gobierno si llegan a ocupar una curul.

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